Por: Jorge Mercado Ruiz
Presidente
del Movimiento Social Pro Bienestar Animal (MOSPBA)
No sé si la exhortación que hacemos todos los años sobre no usar pirotecnia suena como un disco rayado. No sé si sentirme frustrado porque, cada año, se lleva un mensaje contra esta práctica, tanto para humanos como para animales, y pareciera que gran parte de la población padece de sordera colectiva o de algún tipo de irracionalidad que los arrastra a continuarla. O tal vez debemos ver que cada año son más las voces en contra de la pirotecnia y que la esperanza nunca nos abandona, sino que nos acerca más a los actos racionales y de cordura colectiva para ver la luz al final del túnel.
Sea cual fuere mi estado de ánimo no voy a claudicar a mi deber de educar y de estar en el lado correcto de la historia al condenar el uso de pirotecnia contra seres sintientes, incluyendo a nuestros animales, aves, niños, adultos mayores y a todo aquel que siente terror a los ruidos producto de experiencias traumáticas en el pasado como lo son los veteranos de guerra.
De los daños colaterales y los efectos que produce el uso de la pirotecnia sobre otros se ha escrito bastante. A modo de repaso, el efecto del ruido es nefasto para nuestros animales en las calles o en nuestros hogares, que igualmente sufren ansiedad, temor y desesperación. Ello los induce a hacerse daño o escapar y exponerse a los peligros de ser arrollados en las vías de rodaje, a perderse y a convertir los días de fiesta y reflexión en tragedias y tristezas en hogares boricuas.
Cada persona adulta que adquiere material de pirotecnia debe hacer una introspección de cómo sus acciones impactan a otros. Lo primero es que mucha de la pirotecnia que adquieren es ilegal y prohibida conforme a la ley, por lo tanto, ese será el primer mal ejemplo que le estará dando a sus hijos, lo cual será replicado en generaciones venideras. Lo segundo es que la pirotecnia, de por sí, conlleva un gran riesgo para la seguridad e integridad física, por lo que padres responsables no practican el uso de pirotecnia porque el instinto más rudimentario debe ser proteger a nuestros niños de la posibilidad de accidentes que pudieron ser prevenidos. Y, por último, cómo nosotros, los adultos, educamos con el ejemplo a generaciones que se levantan sobre la empatía y compasión hacia seres vulnerables como niños con condiciones especiales, adultos mayores y animalitos, que sienten, por unos minutos, que el mundo se les acaba por las detonaciones y los ruidos innecesarios, producto de actos insensibles de otros dizque para celebrar un nuevo año.
Como personas razonables y conscientes a nivel comunitario, debemos comenzar en nuestro propio entorno, creando grupos de vecinos comprometidos con educar y eliminar esta práctica en nuestros barrios y urbanizaciones. Comenzando con nuestras juntas directivas y de vecinos en nuestros condominios y urbanizaciones, rotulando las entradas como comunidad libre de pirotecnia, acercándonos con respeto a vecinos y amigos para desalentar esta práctica,exponiendo las razones particulares por las que debemos desistir de hacerlo. No esperemos que el Gobierno haga algo, nosotros podemos hacer un cambio a nivel comunitario, y muchos cambios a nivel de comunidad logran transformar la mentalidad mortificante del uso de pirotecnia. Juntos, podemos cambiar y aspirar a un Puerto Rico donde la sana convivencia sea posible.