Carmen Enid Acevedo nos comenta que durante tres décadas, ha tenido la dicha de compartir mi vida con gatos. Lo que me motivó inicialmente fue su independencia y la curiosidad por comprender su conducta. Al contrario de los mitos, descubrí que son cariñosos y solidarios desde la primera experiencia.

Vivir con mis gatas no solo ha sido una elección, sino una conexión especial que ha influido significativamente en mi día a día y en mi visión del mundo. A lo largo de los años, he aprendido lecciones valiosas que han impactado mi vida de maneras sorprendentes.

Mis gatas llevan nombres que tienen historias únicas detrás. Catalina La O, en honor a la salsa de Pete El Conde. Nabis, inspirado en el ideario árabe, que significa “Profeta” en hebreo. Y Ana Violeta, bautizada así por una persona cuyo carácter neurótico reflejaba el de la gata.

Cada una tiene su personalidad distintiva. Catalina es cariñosa pero celosa, Nabis es reservada debido a un pasado de maltrato y vive apartada con Ana Violeta, una aventurera que desaparece ocasionalmente para regresar lloriqueando como si tuviera otra casa.

La primera impresión que tuve al conocerlas fue su nivel de cariño y dulzura, especialmente después de haber tenido a Zapatero, mi gato por 16 años. Adopté a Catalina para que no se sintiera sola tras la pérdida de Zapatero, y a Nabis y Ana V. porque llegaron a la urbanización y no podía dejarlas en adopción.

Convivir con ellas ha sido una experiencia maravillosa. Su rutina, su limpieza y la gratitud que muestran una vez protegidas son aspectos que admiro. Cada día, descubro momentos que me hacen sonreír, como Catalina intentando bañarse en la ducha o tratando de atrapar animales en la televisión, mientras que Nabis se aventura trepando palmas y Ana V. se convierte en una especie de “vagabunda” que regresa a pedir comida.

Aunque son independientes, han modificado mi rutina diaria. Adaptarme para alimentarlas y cuidarlas se ha convertido en parte de mi estilo de vida, aunque no representa una dificultad. La convivencia con ellas me ha enseñado valores como la solidaridad. Siempre me impresiona lo dispuestas que están a mostrar afecto y apoyo entre ellas, creando una verdadera comunidad familiar.

En resumen, compartir mi vida con mis gatas ha sido una experiencia enriquecedora. Han transformado mi hogar en un espacio lleno de amor, aprendizaje y momentos que siempre me sacan una sonrisa. Son seres entrañables que han dejado una huella imborrable en mi vida, enseñándome la belleza de la convivencia y la importancia de la empatía y el cuidado mutuo.