A Elena Montijo, una artista visual de San Juan y quien, durante los pasados 20 años, se ha desempeñado en la creación de contenido para niños como: ilustraciones, animaciones, videojuegos y aplicaciones móviles, entre ellas el famoso app de Doodle Jump©, le fascina viajar con su sketchbooks para inspirarse. Sin embargo, Elena también tiene una afición muy particular por unas mascotas fuera de lo común. 

“¡Todos los que me conocen saben que me encantan las gallinas! Por mi deseo de educar a los niños sobre estos seres tan espectaculares y nuestra conexión con la naturaleza, surgió la idea de crear un personaje llamado ‘Elenita la Encantadora de Gallinas’, inspirado en historias verídicas. Elenita es un niña muy curiosa que puede hablar con las gallinas. Ella es la CSI de Caimito, siempre ayuda a resolverle cualquier situación a sus amigas emplumadas junto a su mejor amiga, Nita la Gallinita”, explicó Elena, quien comentó que pueden conocer más sobre las aventuras de Elenita y Nita en Instagram: @elenita_the_chicken_whisperer. 

Si bien, en su niñez, sus padres solo les permitían a ella y a su hermana un perro y un gato como mascotas, más adelante, su padrino les regaló sus primeros pollitos búlicos.

“A partir de ahí, llegué a tener una gran variedad de aves de corral, hasta una yaboa, un múcaro, conejos e iguanas”, relató, al agregar que su sueño era tener un santuario de animales.

Aunque fue a estudiar a la ciudad de Nueva York, pasados 15 años, y poco antes de la pandemia de COVID-19, regresó a Puerto Rico y su primera acción liberadora fue comprar cinco pollitos: tres sedosos (los Peluches) y dos kiris (Los Tiki).

“Al año comenzó la pandemia y, con el encierro, me dediqué a la crianza y la venta de gallinas. Un cliente me traía huevos de ponedoras para echarlos a mis gallinas y otra docena para consumir. Cuando nacían los pollitos se los llevaba a su granja. Un día me dio con echar los huevos del desayuno a las gallinas y nacieron Chopy (derivado de sopa) y Sosó, dos machitos que decidí adoptar para salvarles la vida del cliente. Mis primeros pollos también tuvieron sus propias crías, además de que me obsesioné con los kiris, por lo dulce y bellos que son”, compartió emocionada, mientras destacó que la familia creció hasta contar con 152 gallinas, con Maya y Fide, dos hermosos gatos rescatados; y con un pez beta sin nombre.

“Todos mis ‘niños’ son una chulería. Me reconocen y, además de tenerles nombres a la mayoría, les encanta ‘janguear’ conmigo por el patio y más aun si voy a sembrar, pues saben que habrá muchas golosinas en la tierra”, expresó, al destacar que algunas generaciones son Los TikiTiki, Los Pocotós, Los Yomiítos y Los Misnes, y que las gallinas están entrenadas, lo que sorprende a muchos, por lo inteligentes y curiosas que pueden ser.

Aunque Elena disfruta mucho su rol y cuenta con la ayuda de su madre, aceptó que se limita al momento de viajar y que lo más difícil de su tarea es cuando sus mascotas se enferman.

“En este ultimo año, he aprendido muchísimo a reconocer los síntomas para saber qué medicamentos o remedios naturales darles. A veces he tenido que llevar alguno al veterinario aunque la reacción inmediata de la gente es decir: ‘¿cómo gastas dinero así en un pollo? ¡Mejor cómetelo en un asopao!’. A lo que les contesto que los quiero y los valoro tanto como ellos a sus perros o gatos”, enfatizó.

Si bien otro reto presente es lograr un balance entre trabajar en la casa, su vida cotidiana y atenderlos, aseguró que son “de los seres más especiales que uno pueda tener como compañía” y que, como toda mascota, las hay independientes y las hay súper amorosas. “¡Son tremenda terapia y me las como a todas a besitos!”, dijo complacida.

De las numerosas anécdotas que tiene, recordó que una de las más divertidas tuvo como protagonista a Tiki y comenzó cuando, en broma, le decía que podía poner a su lado en el sofá de su mamá.

“Cada dos días se escapaba del corral a poner un huevito allí hasta que se echó. En una reunion de negocios vía Zoom, y evitando el ruido de afuera, me senté al lado de ella y le dio con salir cacareando a todo pulmón, mientras volaba por toda la sala. Con mi cara como un tomate, tuve que confirmar que era una gallina. ¡De más está decir que el contrato se firmó luego de la pavera entre todos!”, contó entre risas, mientras afirmó que “el amor y la satisfacción que siento al compartir con ellos no tiene precio. ¡Ya no me imagino viviendo sin mis gallinas!”. 

Al resaltar que durante la pandemia surgió un interés enorme de las personas por tener ponedoras por la escasez de huevos, mencionó que, como ocurre con cualquier otra mascota, es necesario orientarse bien sobre las necesidades que requiere el animal, sus características y si se tienen las condiciones adecuadas y el tiempo para atenderlas. 

“No debe ser un mero capricho. Será una relación mucho más feliz si sabemos que adoptamos al animal correcto, con un conocimiento previo. Si quieren saber de gallinas, ¡con gusto les oriento!”, finalizó diciendo. 

Pueden comunicarse con Elena a través de su página: elenamontijo.com