Por: Lic. Shakira M. Santiago 
Presidenta Comisión Especial sobre los Derechos de los Animales-CAAPR 
Moderadora de Mascotas con calle 

Los animales tienen conciencia. Tienen cerebros, al igual que nosotros, y lo usan, al igual que nosotros: para experimentar y conocer el mundo; para pensar y sentir; y para resolver asuntos cotidianos del diario vivir. Al igual que nosotros, tienen personalidad, estados de ánimo, y emociones; se ríen y juegan. 

Muestran sentimientos tales como amor, duelo y empatía, y muy probable tienen conciencia de sus acciones e intenciones. Lo anterior puede ser un “no-brainer” para los amantes de animales, pero ya puedo escuchar a uno que otro expresar: “Eh, ¿en serio? ¿Cómo sabes lo que siente un animal? Diversos escritores científicos insisten en que simplemente no tenemos acceso a la experiencia mental de los animales y, por tanto, desconocemos qué sienten o cuáles son sus intenciones. 

Pese a que respeto su postura, pienso que están equivocados. Lo cierto es que la humanidad conoce más de lo que cree sobre el comportamiento y los sentimientos de los animales. 

La ciencia animal, específicamente la etología, une la biología con la psicología con el propósito de estudiar el comportamiento animal en su estado natural. Pioneros como Margaret Morse Nice (descubrió que el canto de los pájaros tiene el propósito de defender su territorio); Konrad Lorenz (determinó que la danza de las abejas sirve para dirigir a las demás); Carl Safina (una familia de elefantes es matriarcal); entre tantos otros, llegaron a sus respectivas conclusiones gracias a una técnica sencilla y certera: la observación. 

En el 1872 el científico ingles Charles Darwin publicó “La expresión de las emociones en el hombre y los animales” y en este estableció cómo los animales experimentan ansiedad, amor, duelo, devoción, desesperación, disgusto, orgullo, vergüenza, miedo, timidez paciencia, sorpresa y modestia . Todo lo anterior a base de la referida técnica: la observación. Cuando observamos a una mamá elefante posicionarse entre su cría y una hiena con el propósito de proteger a esta, no es antropomorfismo (atribuirle una cualidad humana a otra especie) si la hiena, de todos modos, ataca a su presa. 

Para aclarar, vestir a tu mascota para una actividad, llevarla a todos lados contigo, y consentirlo, mientras este expresa sus emociones como la especie que es, no constituye antropomorfismo. Mas bien, evitar que este se comporte conforme a su naturaleza y obligarlo a comportarse como lo haría un ser humano, además de un daño, sí es antropomorfismo. 

No olvidemos que las sensaciones humanas son sensaciones que, de igual manera, existen en otras especies porque son sensaciones heredadas mediante un sistema nervioso heredado. La noción de rechazar que los animales posean cualquier tipo de sentimiento garantiza que los malinterpretemos. 

De modo que, cuando veas a tu perrito menear su cola o tu gatito correr hacia ti cuando te ve llegar, no dudes que la alegría y el amor que siente al verte es real. 

Darwin, Charles. The Expression of the Emotions in Man and Animals. (1872). 
Safina, Carl. Beyond Words. What Animals think and feel. P. 29 (2015)