Por Jorge Mercado
Presidente
Movimiento Social Pro Bienestar Animal (MOSPBA)

Con la llegada de las fiestas navideñas, la época más esperada por los puertorriqueños, se abre nuevamente el debate sobre la necesidad del uso de la pirotecnia. Pese a que conocemos los nefastos accidentes que personas han sufrido a consecuencia del uso de la pirotecnia, tales como, pérdida de un dedo o mano; pérdida de un ojo; quemaduras; y hasta la muerte, muchos creen que están exentos de sufrir un daño.

Recientemente el periódico Primera Hora publicó que un hombre de 55 años de Moca murió a consecuencia de las heridas recibidas mientras hizo contacto con un artefacto explosivo, tipo mortero. Es decir, existen personas que prefieren arriesgar su vida, y la de terceros, por un instante de supuesta “diversión”. A lo anterior debemos añadir los daños provocados a nuestras mascotas, así como a los animalitos realengos, animales en granjas, pajaritos, al ambiente, entre otros. 

Las mascotas realengas o incluso aquellas que viven con sus guardianes pueden ser víctimas de algún accidente o perderse como producto de la desesperación provocada por el ruido de la pirotecnia. 

El doctor Gregory Berns, neurobiólogo especializado en el comportamiento canino, señala que los perros no tienen la capacidad de racionalizar su ansiedad y puede que sufran una forma más profunda e intensa de terror, similar al estrés post traumático en seres humanos, un trastorno notoriamente difícil de tratar. 

Asimismo, un estudio del 2015 de la Universidad de Oslo determinó que aproximadamente un 23% de los perros analizados reportó miedo a los ruidos; que los petardos y fuegos artificiales son los principales causantes del terror, por delante de otros ruidos fuertes como los disparos, los truenos de las tormentas y el ruido del tráfico. 

Según el Informe técnico veterinario sobre los efectos de la pirotecnia en animales publicado por la AVATMA en el 2017, la respuesta de los ruidos provocados por la pirotecnia en los gatos pasa más desapercibido: en general tratan de ocultarse o escapar; otras veces pueden correr detrás de los explosivos, pudiendo ingerirlos, perder la vista o lesionarse. 

Por su parte, los caballos, al igual que los perros y gatos, pueden sentirse amenazados por los fuegos artificiales, mostrando señales de estrés y miedo, y, por consiguiente, intentando huir o escaparse. La entidad Ética Animal dispuso mediante un artículo que se calcula que un 79% de los caballos experimenta ansiedad a causa de los petardos, y un 26% sufre lesiones por esto. 

En ocasiones pueden reaccionar a la pirotecnia tratando de saltar verjas y huir peligrosamente hacia zonas donde pueden ser atropellados. 

En el caso de las aves, el ruido de los petardos puede causar taquicardia e incluso la muerte. Una muestra del estrés que les provocan se refleja en que pueden causar el abandono temporal o permanente del lugar donde se encuentran. Por ser igualmente importantes, los animales que viven en granja son especies que tienen un sentido del oído agudo porque así evitan los depredadores, por ende, para ellos es muy incómodo y estresante este tipo de ruidos y explosiones. 

Los perjuicios son graves, desde orinarse hasta un infarto. Hace poco me tomé la libertad de realizar una encuesta sobre los efectos de la pirotecnia en mascotas y, el 100% de los participantes se expresaron negativamente sobre esta. Las mascotas de los participantes, perros y gatos; jóvenes y seniors; saludables y con condiciones; expresaron que sus mascotas se desesperaron corriendo de un lado a otro, temblor constante, rasparon puertas y ventanas al punto de lesionarse físicamente, ladrido constante, fuertes palpitaciones, entre otros efectos.

Los guardianes se angustiaron al observar cómo sus mascotas se descompensaban; de modo que recurrieron a administrarles calmantes, colocarlas en un cuarto con música y A/C, entre otras alternativas. En conclusión, los daños provocados por la pirotecnia sobrepasan considerablemente cualquier presunto beneficio de diversión. Cuando un acto atenta contra la vida de otros debemos distanciarnos de la indiferencia y favorecer el bien mayor.