Llevamos alrededor de
cinco años trabajando como
equipo y ambos formamos parte de la escuadra de Canes Patrulleros de la
Policía de Puerto Rico”

Es probable que muchos de nosotros hayamos visto en algún momento de nuestras vidas a un perro policía, ya sea en las noticias, en una serie televisiva o mientras realizan su trabajo en una escena criminal. También conocidos por las siglas “K9”, un homófono de la palabra inglesa “canine” (canino), estos son utilizados en muchas unidades de rescate, búsqueda de drogas o protección, entre otras funciones.

En la actualidad, prácticamente todos los cuerpos policiales cuentan con la ayuda de estos perros especialmente entrenados. 

Aunque no se sabe con exactitud cuál fue el primer perro entrenado para trabajar como policía en la historia, se conoce que el ejército de los Estados Unidos estableció una de las primeras unidades organizadas K9 durante las Guerras Seminolas, en el siglo XIX. También se sabe que estos singulares animales eran encargados de hacer cumplir la ley en Europa, dando paso al primer cuerpo oficial de policía canina en la década de 1900. Hoy día, los perros policía son considerados agentes oficiales de la policía y, en Puerto Rico, no son la excepción.

La Unidad Canina de la Policía de Puerto Rico fue creada el 9 de marzo de 1978, con dos canes de detección de sustancias asignados al Aeropuerto Internacional Luis Muñoz Marín, en Carolina. En 1994, se reorganiza y se convierte en la actual División Canina, con 61 canes detectores que tienen diversas especialidades. 

Con once años en la agencia, la agente Mónica Vega, placa 35092 y adscrita a la División Canina de la Policía de Puerto Rico, conoce muy bien el trabajo de estos valientes canes, pues su compañero y amigo de labores es el agente K9 Ozzy, placa 33087, detector de armas de fuego, rastreo y aprehensión de delincuentes.

“Llevamos alrededor de cinco años trabajando como equipo y ambos formamos parte de la escuadra de Canes Patrulleros de la Policía de Puerto Rico”, comenta con orgullo la agente Vega, a quien siempre le llamó la atención la Unidad K9.

“Admiraba el trabajo que realizaban y me encantan los perros. Era una de las metas que tenía. Me dieron la oportunidad de pertenecer a este equipo de trabajo y aquí estoy”, narra, para agregar que el trabajo que realiza es como manejadora del can Ozzy.

“El can está entrenado para que, a través de su sentido del olfato, me muestre cambios corporales que indiquen si existe la presencia de algún olor relacionado a las armas de fuego en el lugar donde se esté realizando la búsqueda, además de guiarme por el camino que debo seguir, en caso de buscar algún rastro de persona. También, hemos estado colaborando en arrestos de personas potencialmente violentas donde, en medio del protocolo que seguimos según la Reforma [Policial], se han entregado antes de tener que usar el nivel de fuerza del can”, explica la oficial.

Como es de esperarse, la agente Vega describe que un equipo K9 debe tener ciertas cualidades extraordinarias, entre ellas un instinto de caza bien desarrollado. También es importantes que estos perros sean fieles, ya que es necesario que el futuro miembro del la Unidad K9 confíe 100% en su compañero.

“Este deberá ser activo, fuerte y resistente, pero, sobre todo, deberá poseer una buena capacidad de aprendizaje, entre otras [características]”.

Para lograr estos objetivos, el entrenamiento de un agente K9 comienza durante sus primeros meses de vida, donde se eligen los cachorros más adecuados para esta actividad. Luego comienza el acoplamiento del can con el humano.

“En este momento se desarrolla un vínculo que nos dará paso a realizar el trabajo como equipo K9. De esta forma, comenzamos el entrenamiento en los distintos campos donde pasamos a completar cinco semanas y trabajamos diferentes fases de formación que son clave importante para lograr el éxito en nuestra labor como equipo. Una vez finalizado el entrenamiento, recibimos una de certificación como manejadores de canes”, sostiene la agente Vega.

Aunque tiene muchas experiencias como manejadora del agente Ozzy, la agente Vega recuerda una buena experiencia donde trabajaron en una búsqueda exitosa.

“Una noche, en los alrededores de una propiedad, el can me mostró una alerta y lo seguí. El mismo me llevó risco abajo, donde la maleza nos tapaba, hasta que paró en un bulto. Cuando servicios técnicos hizo su trabajo y abrió el bulto, en su interior había un arma cargada, cargadores y balas”, comenta complacida, aunque acepta que no todo es positivo y que, tal como sucede con un colega humano, “los momentos más difíciles son cuando el can se enferma o tiene que ser hospitalizado por alguna razón, ya que es inevitable encariñarse con ellos y uno, como cuidador, se preocupa y se entristece”.

La agente Vega exhorta al público a no maltratar a los animales, ya que estos son seres vivos que sienten y padecen.

“Deben estar conscientes de que existe una ley que los protege a ellos, la Ley 154 conocida como Ley para el bienestar y la protección de los animales, la cual prohíbe y penaliza el maltrato de animales. Si no tienen la paciencia para cuidarlos, mejor no los tenga porque, de lo contrario, si los maltrata, tendrá problemas”, advierte categórica.

Además, llama la atención a la ciudadanía a reportar cualquier tipo de maltrato animal.

“Nosotros podemos hablar y defendernos, pero ellos no. Nosotros somos su voz. ¡Ayúdennos a ayudarlos!”, concluye.