Muchos de nosotros sabemos lo difícil que es superar la pérdida de una mascota, en cualquier circunstancia y, para Kimberlee, perder a Barbie, hace dos años, fue un duro golpe.
Barbie desapareció de su residencia en Canóvanas Puerto Rico y la situación fue difícil para todos, pero, en especial para sus hijos.
“Poco a poco, mis hijos empezaron a pedir otro perro, pero les di espacio y tiempo para que se recuperaran por la pérdida de la bebé de casa”, señala Kimberlee.
Sin embargo, un día se dijo que ya era hora de volver a tener un perrito, pues, tanto ella como su familia, son amantes de las mascotas.
“En nuestra casa siempre hemos tenido mascotas. Nos inclinamos a la raza de chihuahua, ya que acostumbramos a mantenerlas dentro de la casa, así que sabía que era lo más que mis nenes anhelaban”, comparte Kimberlee.
“Khyle y Kyrah llegaron a nuestro hogar en el momento preciso para traer alegría a la familia. Mis perrihijos son sabios, juguetones, alegres, traviesos, pero, sobre todo, amorosos”, dice Kimberlee, quien agrega que educarlos ha sido la parte más difícil de tenerlos.
“Ha sido un poco lenta… vamos ahí, poco a poco, pero, ¡qué alegría que han traído a mis hijos… no se compara con los sacrificios!”, señala, a la vez que explica que el entrenamiento de sus perros ha sido por partida doble, pues, a la vez han aprendido también les han enseñado a sus hijos a ser pacientes, persistentes y, más que nada, responsables.
“A las mascotas hay que dedicarles tiempo, compañía y amor. Ellas son el amor incondicional y más puro que uno puede tener. Siempre cuidan de sus amos y, aunque no lo crean, nos dan una gran enseñanza de vida”, concluye diciendo Kimberlee.