Fela llegó a finales del 2009. La recogimos en una avenida cerca de casa, donde un irresponsable la había soltado. Xavier corrió hasta agarrarla.
Estudio realizado por el Departamento de Ciencias Animales de la Universidad de Hawái, en Estados Unidos, reportó que el 30% de los dueños de mascotas que fallecen sienten dolor durante seis meses o más, mientras que para un 12% esta pérdida supone un suceso muy traumático en sus vidas.
Estimamos que tenía cinco meses. Nosotros ya teníamos tres perros en casa y era una locura quedarse con un cuarto, pero el corazón de Xavier ya estaba decidido. “Me quiero quedar con ella”, me dijo. No hubo vuelta atrás.
Por muchos años, fuimos solo nosotros. Los cuatro perros fueron nuestra alegría. Nena llegó con Xavier, Manolo vivió conmigo y se juntaron con Carmelo, a quien rescatamos en el 2007. Fela Manuela de los Parlotes vino a cerrar ese clan. Por mucho tiempo a Xavier y a mí no nos faltó nada más.
Cuando Lucas nació, bajé de mi cuarto al otro día para que Fela lo conociera. Era tan chiquito y yo estaba tan nerviosa, pero Feli se sentó a nuestro lado, lo olió y decidió que a este nuevo intruso nunca se le perdería el rastro.
Cuando los niveles de testosterona en la casa subían, Fela me buscaba para apartarnos un rato de los nenes. Le decía que había dos hombres y dos perros en la casa, pero que nunca se olvidara que nosotras éramos la resistencia: el verdadero matriarcado.
El mes pasado, Xavier la paseaba y a su regreso a casa me contó que durante el paseo a la perra le dio un ataque epiléptico. No lo reconocía, le gruñó y tenía la mirada perdida. Esa fue la primera señal. Hace unos días, cuando la llevamos al parque a caminar, lo hizo nuevamente.
El siguiente día transcurrió normal. Trató de robarnos el desayuno como siempre, estuvo con nuestro otro perro en el patio y en la tarde se sentó a observarme trabajar. Al filo de las cinco, un derrame la atacó. Se veía muy adolorida y tuvimos que tomar la decisión de ponerla a dormir.
Mi perros tienen el mejor veterinario del mundo. Sosa siempre sabe qué decir, cómo decirlo.“Tere, le dieron la mejor vida”. Me senté en el suelo y la cargué como a una bebé. Llegó el medicamento que paró su corazón, un último respiro leve y el sueño la consumió.
Nuestra familia ha tenido mucha suerte. Hemos podido saborear el amor incondicional de una perra que nos ha rescatado de mucho. “Nunca la olvidaremos. Es y siempre será parte de nuestra familia”.