A Christie López le gustaría decir que esta es una historia de rescate de amor a primera vista… más, no es así de simple, pues, tras la muerte de su perro Danyer, en diciembre del 2019, se quedó sin su compañero de aventuras, después de trece años.
“En marzo 2020 me pilló la pandemia, tal como estaba, sola y, en medio de mi soledad, extrañando grandemente el afecto y la complicidad de mi perro”, recuerda, mientras agrega que es del tipo de personas que le gusta salir con su perro a todas partes.
“Para mí, mis perros son más que mis mascotas, son mis amigos de playa, de ríos, de monte y hasta de jangueo”, dice con plena convicción.
Sin embargo, como fiel creyente del poder de la mente, cuenta que comenzó a atraer con su mente que el perro correcto llegaría a su vida.
“Me había hecho de la idea que quería el tan famoso y hermoso goldendoodle y que no quería perros tercos de criar. Pero, había dejado una ventana abierta, por si llegaba el perro correcto a mi vida, con el que yo sintiera una conexión real. También, le añadí a esa ventana muy estrecha, varias restricciones, como, por ejemplo: al perro tenía que gustarle el agua, pasear, ser bueno con los humanos y con otros perros, ser inteligente y aprender rápido”, enumera Christie, al agregar que otros de sus “requisitos” era que lo tenía que encontrar en una de sus aventuras en la playa, en un bosque o saliendo de un río de manera, como dicen por ahí: ‘random’”.
“Un día en septiembre, pasados varios meses de la pandemia, veo en las redes sociales una foto de este perrito jugando con un coco en la playa. Sus patitas y su hociquito gordito, junto a su mirada tan tierna, me llamaron la atención.
Decidí conocerlo”, recuerda, al mencionar que la joven que lo había rescatado lo había encontrado en El Yunque, junto a una perra pitbull que estaba muy maltratada y que parecía ser su mamá.
“La chica decidió llevárselo y le llamó Yunque, en honor al lugar donde lo encontró. En cierto momento, la chica decidió irse de Puerto Rico y como no podía llevarse al perrito, le estaba buscando un hogar”, comparte Christie.
“Cuando fui a conocer a Yunque, él me recibió como si me hubiese estado esperando. Me lo llevé a la playa. Le encantaron la arena, los cocos, el mar y el paseo, y a mí me encantó estar con él”, dice emocionada.
“Para cuando lo adopté, ya estaba comenzando mi mente a traicionarme. Sufro de ataques de ansiedad y llevaba ya siete meses de soledad pandémica. Aunque el trabajo no me ha faltado, me estaban faltando las ganas de levantarme y los motivos para seguir con vida. Cada mañana me levantaba y el primer pensamiento que me venía a la mente era: ‘¿para qué me levanto?’, ‘¿Cuál es el punto?’”, explica, al agregar que esos pensamientos recurrentes comenzaron a preocuparle, pues ese pensamiento le asaltaba a diario, tan pronto abría sus ojos en la mañana.
“Ahora, el primer pensamiento que me llega en las mañanas es: ‘Yunque me necesita’”, dice, al describir que, luego de haber tenido por tantos años un perro adulto, volver a tener un “puppy” ha sido todo un reto.
“Yunque necesita atención, pasear, jugar, educación y tiempo. Algo que no había tenido en mente en el momento que accedí llevarlo conmigo, mas, como me dijo mucha gente cuando comencé a dudar sobre la decisión que tomé de adoptarlo, tendré muchos seres a quienes cuidar, pero Yunque solo me tendrá a mí. Y, como bien dicen por ahí: ‘No hay quien resista el amor de un perro’”, dice convencida.
Si bien reconoce que es mucho sacrificio tener un canino, bien cuidado, con todo lo que implica, lo que recibe a cambio: “las ganas de vivir, el cariño que me da, la compañía que me ofrece es tanto, que mi esfuerzo de educarlo y de llevarlo a pasear son pequeños en comparación”, señala, a la vez que agrega que Yunque siempre la acompaña a sus expediciones a través de la isla.
“Me encanta ver su cara asomada por la ventana, sintiendo el viento. Y él siempre está listo para ir a pasear. Es un perro libre, aventurero y feliz, adjetivos que mucha gente usa para describirme a mí. Los perros se parecen a sus amos, ¿no es así?”, se pregunta, conociendo muy bien la respuesta.
“El Universo me otorgó lo que no necesariamente quería, pero sí lo que necesitaba, e incluso usó a personas cerca de mí para cumplir con mis exigencias, regalándome un perrito que nació en unos de los lugares más hermosos y netamente puertorriqueños que tenemos en nuestra bella isla: El Yunque.
Este par de aventureros ha recorrido prácticamente toda la isla y la lista de lugares que han visitado sigue creciendo: Aguadilla, Arecibo, Cabo Rojo, Fajardo, Guánica, Isabela, Isla Verde, Joyudas, Las Marías, Manatí, Patillas, Rincón, Río Grande, San Juan, Trujillo Alto, Utuado, Vega Baja, el Viejo San Juan y El Yunque.
“Anhelo poderlo llevar a Culebra, a Vieques, a los cayos que rodean nuestra isla y, en un futuro, quizás llevarlo a hacer ‘hiking’ a Colorado”, comenta ilusionada, mientras continúa encontrando las causalidades que dirigieron a su encuentro con Yunque.
“Irónicamente, la palabra ‘yunque’ también puede referirse a un bloque tipo ancla. Y eso es exactamente en lo que se ha convertido Yunque para mi estabilidad mental. Espero, a cambio, poderle dar una vida llena de aventuras y que, cuando le toque hacer su transición, se vaya con el corazón lleno de recuerdos gratos y del amor que le pude brindar”, dice, para hacerle un llamado a los lectores de Boripet.
“Si nos ven por ahí, en alguna de nuestras aventuras por Borinquen, no duden en parar a saludarnos. ¡Yunque y yo, nos pondremos muy felices! Recuerden que sus perros no son más que una extensión de ustedes mismos. Vienen y están listos para compartir el tipo de vida que queremos tener. No existe un mejor compañero de aventuras y de vida que un perro. ¡Salud y feliz año para todos, ‘pet-lovers’!”, finaliza, diciendo Christie.