Durante mi desarrollo, mi mollera nunca se cerró, no me salió un colmillo y comencé a presentar problemas de luxación de rótula en mis dos patitas traseras. 

Hola, amigos de Boripet, hoy quiero hablarles un poco sobre mí y de por qué soy tan importante, pues mi dueña, Lisandra Santiago, es la fundadora de esta revista! 

Comienzo por presentarme. Mi nombre es Frida, soy una chihuahua de pelo largo y nací un 10 de septiembre de 2018, en Ponce, Puerto Rico, pero ahora vivo en Bayamón junto a mi familia humana. 

Llegué a mi actual hogar luego del fallecimiento de Fifi, una perrita guapa como yo que alegró a mi familia durante 18 años. De hecho, esa situación fue la que propició mi adopción. 

Les cuento que luego de la pérdida de Fifi, mami Lisandra se deprimió, por lo que ella y papá David comenzaron a buscar una nueva perrita para que les hiciera compañía. Antes de que yo llegara, ya habían encontrado una, pero cuando iban de camino para buscarla en Aguadilla, se enteraron de que ya la habían vendido. ¡Uf, menos mal! 

Entonces, llegué yo. Solo pesaba 8 onzas, era tan pequeña que me cargaban en una cartera para niña. Mi nueva mamá me llevó rápidamente al veterinario y me pusieron mis vacunas. Cuando cumplí mi primer añito solo pesaba 2. 5 libras. 

Durante mi desarrollo, mi mollera nunca se cerró, no me salió un colmillo y comencé a presentar problemas de luxación de rótula en mis dos patitas traseras. 

En cuanto a mi manera de ser, les confieso que soy muy nerviosa y le tengo miedo hasta a mi platito de comida. Asimismo, soy extremadamente manipuladora, terca e impaciente. ¡Creo que así compenso por mi pequeño tamaño! También me gusta chuparme la patita izquierda para dormir y soy loca con que me pongan vestidos, pues eso significa que vamos a salir de paseo. 

Otro detalle importante es que soy MUY selectiva a la hora de comer; ya he probado casi todas las marcas de comida y sigo esperando por una que me encante. ¡Si no me gustan, no me gustan! Por último, les cuento que a mi corta edad estoy certificada como animal de soporte emocional. 

A pesar de todas las cosas buenas que me han pasado, he enfrentado situaciones duras. 

Una vez cumplí mi primer año, mi condición de la rótula comenzó a deteriorarse al extremo de que ya me molestaba caminar. Cuando iba a cumplir dos añitos, todo empeoró. No podía caminar y me caía. Me llevaron al veterinario, sacaron placas de mis patitas y fue entonces que el doctor Harold Lidin, de la Clínica Veterinaria Gardenville, le dijo a mi mamá que tenían que operarme de emergencia. Mi luxación de rótula ya estaba en nivel 3 y me impedía caminar por el dolor que sentía. ¡Claro, yo trataba de decirles, pero mi familia no me entendía! 

 El día de mi operación, mami Lisandra me llevó temprano a la clínica. Allí me puse muy triste, pues sabía que mi familia estaría muy preocupada porque era una operación complicada por mi tamaño. Durante el procedimiento, me corrigieron una de mis rodillas. Me pusieron un clavo para que no se moviera el pedazo de hueso que habían fracturado. Luego de la operación, no podía caminar y me tenían que llevar a hacer mis necesidades. Estaba todo el tiempo en mi coche o en un cargador, para evitar que me lastimara. 

Estuve con mi patita vendada por una semana. En mi primera cita de seguimiento, mi veterinario le comentó a mamá que había quedado bien, pero que él quería que quedara perfecto y que debía volver a operarme. Así que, con mucho dolor en el alma, mami me dejó en la clínica. Esta vez pusieron otro clavo en mi rodilla para asegurar que mi recuperación fuera excelente. Pasaron cuatro días y cuando volví a la clínica para que me quitaran el vendaje. ¡Todo estaba bien!

Como soy un poco maniática, una vez llegué a casa, comencé a morderme la herida. Mami y papi, temiendo que me hiciera daño, me llevaron nuevamente al veterinario. ¿Adivinen qué pasó? Me pusieron un collarín (collar isabelino). ¡Eso sí que no me gustó para nada! ¡Para nada!  

Mi familia trató de mil formas de que no me lamiera la herida, pero ya les dije que soy terca y no me importaba lo que hicieran para que dejara de hacerlo. Entonces, mami me fabrico un collar isabelino justo a mi medida para que estuviera cómoda. ¡Mami es tan alcahueta conmigo! 

Una vez concluido mi tratamiento con láser y las terapias, comencé a caminar. Ya hasta corro, pero siempre me gano un regaño cuando lo hago porque podría lastimarme. Lo importante es que ya me siento muy bien y no tengo dolor en mi patita. ¡Es un gran alivio para mí! 

El pasado 10 de septiembre mi familia me celebró mi segundo cumpleaños. Mi bizcocho fue un cupcake de Diva Dogs Boutique. En la actividad solo pudo estar mi familia por las restricciones para evitar la propagación del coronavirus. Todos debemos cuidarnos de esa enfermedad que ha trastocado nuestras vidas. 

De hecho, aprovecho y les exhorto a que usen su mascarilla y se laven las manos a menudo. No queremos que más familias sufran. 

Próximamente, me operarán la otra patita para estar 100% bien, así que los mantendré informado en mi cuenta de Instagram @funsizefrida 

Los quiero, Frida. 

Frida